Hoy os hablo del proceso que seguí hasta conseguir un diagnóstico de
Alergia a las proteínas de Leche de vaca para mi bebé. Sé que hay casos muy problemáticos, con confusión en el diagnóstico. Mi caso no fue especialmente difícil, pero lo cuento para que sirva de experiencia a otras personas.
Mi bebé se alimentó de leche materna desde su nacimiento. Sin embargo tuvo dos aportes puntuales de leche artificial o leche de fórmula.
Nació por cesárea, así que estuvo sus primeras horas de vida alimentado con leche artificial. Su “primer” biberón fue en el Hospital.
Su “segundo” biberón fue como consecuencia de una intervención mía en el dentista que, debido a la anestesia local, me llevó a abandonar la lactancia un fin de semana y a sustituirla por biberones de leche artificial. Tenía 3 meses de edad y los tomó sin problemas. Después continué con lactancia materna exclusiva.
Creo que ahí se produjo la sensibilización a la leche. Como hemos comentado en otra ocasión, la alergia se desarrolla con el tiempo: no es inmediata.
Entonces desconocía el
factor de riesgo que supone dar de forma esporádica biberones de leche artificial en lactantes alimentados con leche materna.
Tampoco sabía que si los dos
padres tienen antecedentes alérgicos, las probabilidades de que su hijo desarrolle algún tipo de alergia suben al 70%.
No sé si mi hijo hubiese desarrollado de todas formas una alergia a la leche aunque hubiera mantenido una estricta lactancia materna, sin aportes artificiales.
Estos pensamientos forman parte de los sentimientos de culpa que en ocasiones invaden a los padres de niños alérgicos y ayudan a entender el
impacto que supone para la familia este padecimiento. Lo cierto es que realicé un comportamiento de “riesgo”, considerando además nuestros antecedentes alérgicos.
Entonces el bebé comenzó a realizar
fuertes reflujos gástricos después de cada toma de leche materna. El pediatra me habló de que era normal que los lactantes tuvieran reflujos. No sabía yo entonces que uno de los
síntomas de alergia PLV es el reflujo, incluso en lactantes con leche materna. Las proteínas de la leche de vaca llegan al bebé a través de la alimentación de la madre que lo pasa a su leche, como vimos en
lactancia materna con APLV.
El niño comenzó la guardería y yo llevaba la leche materna extraída para que se la dieran. Con el tiempo, las cuidadoras me hablaban de la necesidad de llevar cada vez más cantidad. Trabajar y extraerse la leche es una actividad complicada, aunque con organización es perfectamente compatible. Sin embargo, les indiqué en la guardería que si se quedaba el bebé con hambre, le dieran un biberón.
Con 5 meses le dieron su “tercer” biberón y tuvo su primera reacción visible en la guardería. Cuando llegué estaba totalmente rojo, con la cara completamente inflamada. La cuidadora me dijo que era del llanto que tenía porque no quería la tetina del biberón, acostumbrado a la lactancia materna. A las dos horas, vomitó todo el biberón.
Lo comenté en su guardería y me dijeron que podría ser algún tipo de intolerancia. Lo hablé con mi familia preocupada y todos insistieron en que le habría sentado mal el biberón.
Continué con la lactancia materna exclusiva, intentando olvidar el incidente. Los reflujos continuaban. Entonces no sabía que cuanto más precoz sea la detención de la alergia a la leche, más rápido se obtiene tolerancia al alérgeno.
Esconderme ante el problema, sin hacerle frente, fue un error.
Cuando cumplió 1 año, decidí abandonar la lactancia materna y pasar a la artificial. Con su “cuarto” biberón otra vez se le puso la cara completamente roja. Ya no había excusas, estaba claro que el niño tenía un problema.
El pediatra (privado) realizó al niño las
pruebas sanguíneas que confirmaban su alergia a la leche de vaca. Como no sabía el tiempo que tardaría todo el proceso, continué con lactancia materna. Fui yo la que tuve que preguntarle qué hacía con mi dieta, sospechando que tendría que ser también
exenta de lácteos. También tuve que preguntarle si
yo tenía que tomar algún complemento de calcio mientras amamantaba.
Me derivó a mi pediatra de la sanidad pública, porque para recibir la subvención de leche de fórmula adaptada es preciso seguir el tratamiento a través de la Seguridad Social.
En mi caso el diagnóstico de alergia PLV, aunque dilatado en el tiempo (con el problema que eso ocasiona), fue concluyente. Hay padres que pasan por varios especialistas médicos hasta encontrar respuestas, en un largo y difícil camino. Siempre hay que reclamar una atención médica y recursos adecuados para nuestros niños.
Nota: Agradecería que me contarais vuestra propia historia para reflejarla en el blog, de forma anónima, para que pueda servir de ayuda a otras personas.
Foto: Tom Brough